Me enamore de un amor con alas,
libre de ir o quedarse.
Admire su vuelo,
su despegue, sus certezas.
Con ojos ilusionados
escuche su historia,
sus dolores y sus miedos.
Creí que mi amor lo sanaría.
Lo cubrí de obsequias, de atenciones,
de caricias y de mimos.
Me descubrí anhelando,
que me invitara a volar.
Mientras él volaba
yo desde tierra esperaba.
Llegó el invierno, la soledad
y el frío caló mis huesos.
Lo llamé bajito luego a voces
hasta invente señales,
pero ese amor alado no quiso aterrizar.
Me sentí marchita, cansada y sola.
-No soy digna de ser amada?
¿Será que no soy suficiente? – lloraba quedo.
Seguí mirando el cielo, pero nada.
El frío entumeció mi cuerpo,
Mi piel se agrietó y comenzó a caer.
Hecha un bollito me abrace muy fuerte,
como para no romperme y darme calor.
Ya no miraba al cielo, él no iba a volver.
Pasaron horas, días y meses.
El calor de la primavera me despertó.
Trate de incorporarme, el cuerpo dolía.
Repase in mente mis extremidades
Pies, piernas, caderas, vientre, pecho,
brazos, manos, cuello y cabeza.
Todo estaba ahí, no se rompió.
Algo era distinto,
sacudí mi cuerpo y cayeron plumas.
Sorprendida mire alrededor.
Extendí mis brazos y estiré mi cuerpo.
Dos alas majestuosas
se desplegaron en mis espaldas.
-Mientras dormía me crecieron alas!!
Susurré sorprendida.
¡Las miré, toque y olí – Son hermosas!!
Dando un salto hacia adelante,
probé agitarlas y me elevé un poquito.
– ¡Funcionan! ¡Me sostienen! – grite entusiasmada.
Levante la vista, ya no buscando nada.
Aletee con ganas, levante vuelo.
Y con ojos iluminados y entera,
Navegue MI cielo.
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