Invite al Miedo a cenar.

Me pidió que lo agasaje y cocine.

Le dije:

_ No, pedimos delivery.

El primer impulso que tuve fue alistarme para la batalla, esconder mi arte, 

dejar reluciente la casa.

Me detuve y Respiré.

Nuevamente presente en mí, dejé todo donde estaba.

Indolentemente en su atril, mi obra en proceso descansaba sobre la mesa,

a la espera de ser retomada.

Los pinceles, espátulas, acrílicos y gesso reposaban sin apuro a su lado.

Llegó el invitado, le di la bienvenida e insté a pasar.

Recorrió la estancia con su mirada.

Yo tranquilamente le dije:

_ ¡Bienvenido a mi hogar!

_ ¡Gracias por la invitación! Es realmente muy bonito tu hogar. – Respondió meneando su cabeza con apreciación.

_ Toma asiento donde gustes. – 

Así lo hizo, aún algo cohibido. 

Pedimos la cena, tenía demora de hora y media, según decía la aplicación.

La charla se fue dando con fluidez.

Hablamos del rumbo y destino de los conocidos que en otrora compartimos.

De sus proyectos, de los míos. 

Hablamos de la razón de su visita, lo escuché atenta y di mi parecer.

Se me hizo presente un espasmo en el estómago.

¿Será de hambre o tensión? Me pregunté mientras respiraba dándole apoyo. 

Llegó la cena.

Dispusimos la mesa.

Le indiqué resuelta el lateral donde sentarse, la cabecera es mía.

_ No le sirvas si no viene a la mesa. – Dijo entre dientes, mientras yo le servía a uno de mis hijos, quien ocupado en su juego no se sumaba a cenar.

_ En mi casa, cada uno cena donde y a la hora que quiere. Ya no me llevo por costumbres ajenas. – Conteste zanjando el tema.

Cenamos charlando amigablemente. 

Ya solos y en sobremesa me dice. 

_ ¿Y qué es de tu vida? ¿Salís con alguien? – preguntó curioso.

_ No, por ahora no. Estoy abocada a sanar.

_ ¿Estás enferma? – preguntó extrañado.

_ Estoy sanando los traumas de nuestro tiempo juntos.

_ ¿Tan así? Han pasado muchos años.

_ Sí, tomé contacto de su magnitud, cuando me mudé acá. 

Me miro en silencio.

Lo miré a los ojos y proseguí.

_ ¿Te olvidas que Me escapé de vos a la madrugada? ¿Que Vivía aterrada y amenazada? Para que estés hoy sentado a mi mesa, he trabajado mucho en mí. Ya no te temo. 

Hizo un mohín tenso con sus labios. En sus ojos leí que lo sabía y solo asintió.

Después de la cena, le ofrecí café y con un rato más de charla se despidió.

Al cerrar la puerta tras de sí, suspire aliviada.

Tras 15 años de terror y dolor, pude invitar al Miedo a cenar, y en mi hogar.

Registre mi cuerpo.

No había rastros de resentimiento o enojo.

Me sentí relajada, presente y entera.

Hoy puedo llamarlo por su nombre de pila, ya no se llama Miedo.

Trascendí el dolor y florecí. Hoy estamos en paz. 

Te agradezco que hayas llegado hasta el final de esta historia, te invito a que visites mis cuentas de Instagram de @paola.vincenti y @focu.self.cuantico.

Te espero la próxima semana en un nuevo escrito aquí en este espacio que compartimos en el Blog de los Códigos Sagrados de Agesta

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