Como se avanza sin mapa

En muchos momentos de mi vida me hice esa pregunta.

Esos momentos en los que te das cuenta, que las coordenadas conocidas, no alcanzan para sacarnos de lugares incómodos o simplemente ya no resuenan con quienes somos en ese momento.

¿Será que todos, en menor o mayor medida nos sabemos viajeros?. Buscadores de sentidos y sentires que den cuenta de los ¿Cómo?, más que de los ¿Por qué?

He desarrollado numerosos viajes geográficos, desplazamientos que me han llevado a distintas latitudes… Pero… los que no dejan de sorprenderme y maravillarme son los que emprendo en mis propios procesos personales y en los que, acompañando a consultantes intrépidos, en sus propias búsquedas de nuevas coordenadas internas.

“La brisa aviva el repiqueteo del llamador de ángeles.

Algo va emergiendo en mi interior.

Llevo la atención a mi cuerpo,

son recuerdos o partes de varias vidas.

Todas en esta vida:

La niña huérfana asustada y sola.

La adolescente seria con sueños secretos.

La joven con anhelos callados.

La joven madre con terrores presentes.

La joven adulta con sueños rotos.

La mujer que soy, reescribiéndolo todo.

Todas llevan la urgencia de un destino y la sensación de un ir sin rumbo.

– ¿Cómo se avanza sin mapa? -pregunta una.

-Hay algo que nos guía – susurra otra.

Se miran a los ojos. Se reconocen. Se toman de las manos.

Ese algo que las guía, palpita.

Algo palpita ahí, está vivo y aún sin nombre;

pareciera el compás de un tambor.

Agudizan el oído.

-¡No es un tambor! – dice la niña.

-¡Es el viento! -sentencia la adolescente.

– ¡Si, el viento! -grita la madre asustada.

-¡No! él sopla. -Ruge la de los sueños rotos.

-Shss y si escuchamos- invita la que Soy.

Parece que el tiempo se detiene.

Algo sin forma se acerca.

Estrechan más sus manos.

– ¡Es la muerte! – llora la niña.

– Es un príncipe- suspira la adolescente.

– ¡No! es la soledad – dice la joven.

– Es un tirano- tiembla la madre.

– ¡Es el Dolor! – gruñe la de los sueños rotos.

La que Soy, las escucha sin aventurar conjeturas,

solo espero a que se muestre.

Eso ahí sigue acercándose.

Contenemos la respiración, avanza y es gigante.

Nos estrechamos más.

Algo cambia.

Nos fusionamos en la que Soy.

Me veo ahí, parada y delante de eso gigante.

– ¿Cómo te llamas? – pregunto.

– Soy el miedo.

– Miedo, Sos muy grande.

-¡Si! Crezco cada vez que me niegas.

– ¡Pero si no te niego! – me quejo.

– Cada vez que no te eliges, crezco. Cada vez que no te valoras, crezco. Cada vez que cedes tu identidad, crezco. Cada vez que te conformas, crezco. Cada vez que te dices no poder, crezco.

Escucho cada palabra.

Algo cambia en mí, doy un paso hacia él, levanto la vista y digo.

– Hoy me elijo, me valoro, asumo mi identidad, sé que puedo y cómo quiero vivir. Elijo ser feliz y me sé responsable de ello. Encontré el tesoro escondido en cada experiencia, soledad, dolor y sueño roto. En mí, palpita vida y me animo a vivirla.

El miedo, a medida que escucha, se hace más y más pequeño.

Llega como un alivio,

algo se afloja ahí;

agradezco a mi cuerpo,

y a eso que palpita en mí y Sabe.

No necesito mapa, la brújula está en mí.”

Hay señales ambiguas y molestas … Al acompañar a las personas en sus procesos de Focusing, les facilito que vayan aprendiendo a prestar atención a eso no del todo claro, a las que su descubridor Eugene T Gendlin llama sensaciones corporalmente sentidas, felt-sense». Cuando estas señales o coordenadas aparecen en el foco, aportan nueva energía, así como nos guían y orientan mejor.

Te invito a que le prestes atención consciente, a esas señales sentidas en el cuerpo y que solo las observes. ¿Qué te cuentan? Si te gustaría compartirlas, te leo. Hasta la próxima semana…

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