Había una vez…en una época poco clara…como las que aparecen en los sueños…Una joven llamada Anna, quien estaba enamorada de un hombre que apenas la registraba. Ella, solícitamente le demostraba día a día su amor, estando siempre disponible y dispuesta a colaborar en todo.
Como en numerosas ocasiones, este hombre decidió salir de fiesta, actividad que solía implicarle varios días de ausencia, por ello dejó al cuidado de la joven su casa y mascota; no es que no tuviera empleados que se ocuparan, sino que ella siempre estaba allí.
A la mañana siguiente, Anna despertó con una extraña sensación en el pecho, como un ahogo. Decidió salir de compras, no sabía precisamente qué era lo que necesitaba comprar, pero sí sabía que necesitaba hacerlo mientras tomaba aire.
Entró en cada tienda del pueblo. Cuando los vendedores se le acercaban y preguntaban que buscaba, ella les decía: -_No sé, cuando lo encuentre lo sabré. – Y así pasó la tarde, buscando y respirando.
Ya cansada, se detuvo frente a un escaparate; llamaron su atención unas ristras de luces, estilo navideño. Entró entusiasmada, cuando el vendedor se le acercó exclamo. _ ¡Busco luz!!!- En ese momento recordó que había dejado la mascota encerrada en el cobertizo, sin alimento y se hacía tarde para su paseo diario. Sin comprar nada salió rápidamente.
Al llegar: Limpio, ordenó, alimentó y sacó a pasear al perro. De regreso, escuchó que en el tejado alguien cantaba. Se descalzó y subió. Allí estaba su amor, totalmente borracho, cantando alegremente mientras trastabillaba peligrosamente.
Se acercó a él, lo tomó del brazo y dulcemente le pidió bajar, mientras le explicaba que se podía lastimar. El hombre enfurecido, la empujo y arrojó lejos insultándola y despreciando su ayuda.
La joven, apenada y adolorida bajo del techo con lágrimas en los ojos. Al entrar a la casa, Issa, el ama de llaves, al verla así, le ofreció galletas y un té diciendo.: _ Pa´ las penas del corazón unas galletas y un buen Te, entretienen la razón-
Anna se quedó mirándola fijamente como hipnotizada, veía pasar ante sí, imágenes de innumerables momentos en los que acercó amor y recibió desprecio, le habían enseñado que el amor al demostrarlo y compartirlo se multiplicaba, pero en su afán de Dar, se olvidó de sí. Como despertando de un sueño, pestaño, limpio su rostro, agradeció a Issa sus cuidados y anunció que se marchaba.
Al mirar sus pies, noto que estaba descalza. Corrió al cobertizo y encontró́ sus viejas zapatillas rojas, esas que alguna vez hizo a mano, en la época en la que el dinero escaseaba, pero bullían los sueños y la esperanza. Se calzó las zapatillas rojas, se despidió de Issa, inspiró hondo y sin mirar atrás, fue en busca de Su LUZ.
Te agradezco que hayas visitado este espacio, espero que hayas disfrutado de esta historia.
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