Los días se articulan distintos desde hace unos meses.
Nuevos aprendizajes fueron necesarios para adaptarme y adaptarnos a esta nueva realidad.
El mundo afuera se paró, y en ese detener abrupto me reencontré conmigo. Con sueños postergados. Con sentires adormecidos y con partes exiliadas
Hago una pausa y me dejo sostener por mis apoyos, llevo la atención a mi cuerpo, a la zona que va desde la garganta al estómago y poco a poco voy adentrándome.
Aparece una sensación que se repitió estos días, de picazón en los ojos y de párpados hinchados, como los que deja un llanto seco, como de un caminar a ciegas.
Me quedo respirando allí.
Aparece la imagen de una parte muy chiquita de mí, que camina con la cabeza gacha y desánimo. Miro más detenidamente tratando de distinguir quien la acompaña; camina junto a la muerte.
Al observarla comprendo, que esa parte chiquita tomo sobre su espalda al dolor, para evitar que otros lo sufrieran, y con resignación aceptó caminar su penitencia.
Me acerco en forma de nube y le susurró al oído.
_ Ya no estás sola, estoy aquí. Vine a buscarte. Voy a aparecer.
Me planto delante de este par de caminantes, cuadro el pecho por si la muerte presenta batalla.
La parte chiquita me mira asustada, como aterida y fría de años de vagar en compañía de la muerte, pero estoica en su destino.
Miro a la muerte a los ojos y le tendiendo la mano a la parte chiquita.
Ella, temblorosa, dando un paso al frente la toma.
La muerte, apaciblemente permanece en su lugar sin mostrar señales de resistencia. Le digo con firmeza.
_Ya no está sola, desde aquí camina conmigo –
Me pongo a la altura de la parte chiquita y mirándola a los ojos digo.
_ Fuiste muy valiente. ¡GRACIAS! SOS un hermoso tesoro, ¿que necesitas de mí?
Sin decir palabras me abraza fuerte, como buscando calor y susurra.
_ Me da miedo, no quiero seguir caminando con ella. –
La muerte inmutable asiente, nos da una última mirada y comienza a alejarse mientras se desvanece.
La parte chiquita se aprieta contra mi pecho, como buscando calor y vida Le digo bajito.
_Ya no estás sola, estoy aquí, yo te voy a cuidar.
Lentamente se va relajando, hasta que con un largo suspiro se duerme. La acuno en silencio y de vez en vez le repito.
_ SOS valiosa, ya no estás sola.
Al despertar me mira sonriendo y pregunta.
_ ¿Es hora de que regreses al afuera?
_ Sí! – me descuelgo la cadenita que llevo y colocándosela le digo- Este relicario nos mantiene unidas y en contacto.
_ ¡Guau es hermoso, tiene forma de corazón y se abre hacia afuera!
_ ¡Si!!! Qué te parece si te llevo a mi lugar seguro, allí están otras de mis partes, también las encontré como a vos.
Caminando y charlando llegamos a la playa del faro, se queda allí jugando, riendo, saltando y contenida, así como lo hacen los niños amados. Se siente segura. Sabe que la época de caminar sola, terminó.
Voy volviendo al aquí y ahora, emergiendo de mi mundo interior, algo cambio ahí, siento ternura y alivio. Me llevo las manos al centro de mi pecho, toco el relicario en forma de corazón y sonrío.
Los espero la próxima semana en este espacio de reencuentro nuestro cada día Jueves.
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